El 14 de Marzo de 1938 se producía la marcha triunfal de Hitler en Viena. Hitler, con tan sólo 50 años se convierte en el Führer del Reich alemán.
Tras su famoso discurso, en el que promete a todos los alemanes una nación inquebrantable y sólida, Hitler se dirige casi en secreto al museo Hofburg. Allí, se acerca a una vitrina que aparentemente no contiene nada especial, saca un objeto de su estuche y ordena que cierren la habitación y que nadie le moleste. Tras unas horas a puerta cerrada con ese misterioso objeto, pide ese mismo día su traslado a un búnker antiaéreo en Núremberg, la capital espiritual del movimiento nazi.
Pero,¿ qué sería este objeto que causaba tal fascinación en el Führer? Para saberlo tenemos que remontarnos a su adolescencia, cuando la providencia le llevó hacia una vitrina del museo de Hofburg, casa tesoro de los Habsburgo de la que todo el mundo pasaba de largo. Una vitrina que contenía la vieja punta de una lanza que guardaba mucha historia. Según rezaba en el cartel, era la misma que el centurión romano había clavado en el costado de Cristo. Era la misma a la que se atribuían según leyendas antiguas, el poder de influir en el destino histórico del mundo.
“Supe de inmediato que aquel era el día más importante de mi vida…Me sentí como un sonámbulo cuyos actos están dictados por la providencia. Sin embargo, no podía adivinar por qué un símbolo cristiano me causaba semejante impresión. Me quedé quieto durante unos minutos contemplando la lanza, y me olvidé del lugar en el que me encontraba. Parecía poseer cierto significado oculto que se me escapaba, un significado que de algún modo ya conocía…Me sentía como si la hubiese sostenido entre mis manos en algún siglo anterior, como si yo mismo la hubiera reclamado para mí como talismán de poder y hubiera tenido el destino del mundo en mis manos. ¿Cómo era posible aquello? ¿Qué clase de locura se estaba apoderando de mi mente y estaba creando tal tumulto en mi pecho?”
Se trataba de la mismísima lanza de Longinos, la cual tuvo un poder sobrenatural en la persona de Adolf Hitler haciéndole pensar incluso, que se trataba de la reencarnación del mismísimo príncipe hechicero Landolfo II de Capua (S.IX)
¿Pero qué atractivo podía tener la Santa Lanza, un símbolo cristiano, para alguien como Adolf Hitler? Como muchos sabemos era ex católico y fuertemente anticristiano.
La respuesta está en una tradición ocultista medieval que está relacionada con la historia de la Santa Lanza. Según el evangelio de San Juan, el soldado que atravesó el costado de Cristo, Cayo Casio Longinos, cumplio sin saberlo, las profecías del Antiguo Testamento, que sostenían que Cristo moriría sin un hueso roto. (A él se le reveló la identidad de Jesús como el verdadero hijo de Dios, y es por esto que tuvo clemencia y le atravesó de forma limpia para acortar su angustia) Esto habría marcado el destino de la humanidad.
Tras la derrota de Alemania, la lanza pasó a ser posesión del gobierno de los Estados Unidos y quedó registrada el 30 de abril de 1945 en los textos de historia. Tras esto, fue devuelta a sus propietarios, y regresó a las vitrinas del museo de Hofburg en Viena.
Así pues, es como se cumple otra de las leyendas existentes alrededor de la lanza, la que aseguraba que la pérdida de esta significaba la muerte, al suicidarse Hitler.
Sin embargo siempre existió la sospecha de que la lanza que Estados Unidos envió a Viena era una réplica de la original. Aunque para teorías extrañas, también está la inversa, que asegura que fueron los nazis los que engañaron a los americanos, al dejar una copia en Nuremberg y enviar la original a Sudamérica.
Y para los amantes de las conspiraciones casi imposibles, está la que afirma que la lanza fue enviada en un submarino nazi a la mismísima Antártida, donde supuestamente aguarda la llegada del IV Reich.
Y la pregunta de las preguntas...¿la lanza es auténtica realmente? Pues según un estudio metalúrgico realizado para la BBC se confirma que la reliquia coincide con otras de origen Carolingio, por lo que la lanza no sería romana, sino del siglo VIII
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